uno, dos y tres
Le agarre con fuerza, mientras una sonrisa se generaba en mi rostro. Mis músculos faciales comprendieron antes que mi mente lo que había ocurrido. Uno, dos y tres pasitos perfectos, minúsculos, pensados, meditados, rectos en dirección a ninguna parte o a todas ellas, pausados pero a la vez con prisa, primeros pasos de un cuadrúpedo del que sus ancestros decidieron un buen día que únicamente utilizara para moverse en el espacio dos de sus extremidades. Momento histórico donde los haya. Parecía que nos lo hubiera regalado. Que nos hubiera querido regalar este instante.
El y yo no podíamos dejar de mirarnos. Y de decirnos con los ojos lo que acabábamos de vivir.
No me movía, empecé a arrastrarme hace meses, aprendí a sentarme, a gatear y después de todo eso decidí ponerme en pie. Apoyarme en esto y en aquello, y usar las manos del resto como apoyo para llegar donde quiero. Pero ayer decidí que me soltaría, que no me apoyaría en nada, que seria libre por un mínimo instante de tiempo, que tomaría la iniciativa y me lanzaría al vació. ¿Por que no? ¿Que me lo impedía? Además la cara de mi madre me lo pedía a gritos ‘martin ven, ven, ven donde amatxu’. Lo hice por ella. Por ella y por mi padre que esperaba grabar un momento histórico. Va por vosotros.